Pinturas: Ría
Cuando uno se acerca a estos cuadros de Juan Ramón Luzuriaga, siente la impresión no de que está ante una ventana, a cuyo través se contempla un paisaje, sino inclinado sobre la superficie de un estanque, en el que se refleja. Todo en esta pintura es sosiego y lejanía. Tiene algo de marquetiano, pero expresado con una materia mas temblorosa, cuyos matices, las más de las veces, no proceden de diferencias de tono, sino de distinta densidad de la pasta.
El muelle, las casas, alguna embarcación dormida sobre el agua que no inquieta la brisa, han sido sorprendidos bajo la luz del alba o de la atardecida, claridad empañada por una leve bruma cálida. Nada hay en la pintura de Luzuriaga que suponga contraste cromático. Sus paisajes aspiran a ser un sueño de blanco dorado, luz irreal, zumbido del silencio. Los esquemas compositivos de rigurosa construcción, pierden a sus artistas al quedar sumergidas en la claridad. Es una visión soñadora y lírica, como algo a punto de desvanecerse, un arte de mesura y equilibrio que aspira a la expresión más sencilla, pero sin renegar de los necesarios -apenas perceptibles en una primera ojeada- refinamientos.
José Hierro
Premio Cervantes. Premio Príncipe de Asturias